En defensa del profesorado

El profesorado se debate entre seguir o no los programas de los libros de texto, cada uno con tanto periférico que encorseta la verdadera formación del alumnado. Tiene que parar cuantos balones le lanza la sociedad, como aplicar valores que no se dan en la calle o actitudes encontradas en exigencias inadmisibles de ciertas familias. Tiene que saber, tiene que intentar que el alumno aprenda, que vaya contento a la escuela, que sea feliz o que aprenda jugando. Se le exige una formación continua, entender al alumnado de familias monoparentales, separadas, divorciadas, de hecho y de derecho; hasta saber a quién debe o no entregar al niño. Se le pide tener la psicología suficiente como para prever conflictos y así evitarlos. Ha de informarse sobre el origen de las familias de su alumnado interesándose por su país, costumbres y gustos para que el niño se encuentre bien en su clase. Tiene que saber las alergias que sufren sus discentes para evitar ciertos productos en la clase cuando no administrar ciertos medicamentos. Tiene que comprender lo que sufre un niño de padres separados o adoptados. Ha de planificar su clase como un conjunto de unitarias partiendo del nivel de cada uno y detectar el problema de aprendizaje, comentarlo con los servicios correspondientes, elaborar la adaptación del programa y seguirla con un alumnado que no es autónomo y en muchos casos con niños consentidos que abandonan la labor al más mínimo contratiempo, cuando no indisciplinados.
Últimamente, después del reciclaje en euskera, se le pide otro paso con vistas al trilingüismo, en el que unas asignaturas se impartirán en euskera y otras en inglés, además de la clase de lengua castellana.
A esto hay que añadir la cantidad de reuniones a las que tiene que asistir de forma participativa: para el Plan Anual de Centro, que a su vez tiene como referente la Programación Curricular de Centro, que emana del Diseño Curricular Base, elaborado por el Estado con la correspondiente aportación de las Comunidades Autónomas. Además debe leerse la Ley Reguladora de Derechos y Deberes del Alumnado antes de elaborar el Reglamento de Organización y Funcionamiento. Ni que decir tiene que además ha de formarse para estar al día en Informática y asistir a cursos con los que aprender a manejar la Pizarra Digital Interactiva.
Tiene que soportar incongruencias como que la Enseñanza no es sólo Instrucción, por lo que debe también ponerse en contacto con ONG para trabajar los valores y luego tragarse la imposición de la Prueba de Diagnóstico en 4º de Primaria, Reválida encubierta en la que unos expertos pasan una serie de ejercicios en plan intensivo de dos días a un alumnado de 9-10 años. Esto, aparte de ir en contra del contenido de la Ley de Educación, que contempla la Primaria para adquirir hábitos y deja los conocimientos para la Secundaria, se aleja del modo de evaluar, que debería ser de forma continua y no puntual. Son pruebas en las que no se tienen en cuenta factores personales ni socio-ambientales y en las que el modo de presentar los resultados puede conducir a suspicacias innecesarias.
Para terminar, y por estar relacionado con nuestro programa de bibliotecas, pese a todo lo anterior y a las injustas críticas que recibe de cierto sector de la sociedad,hay que decir en su defensa que aparte de sufrir todo esto con tanto estoicismo como resignación, realiza la mejor labor que se puede hacer con el niño: enseñarle a descubrir el contenido de todo un mundo escrito desde el que poder acceder, reflexionar y opinar sobre todo lo que le llegue sentando las bases para que se convierta en ciudadano libre y responsable.