viernes, 14 de noviembre de 2008

Educar en tiempo de crisis


Los medios de comunicación nos recuerdan todos los días que vivimos una época de crisis y lo demuestran con datos estadísticos de abusos, pérdida de poder adquisitivo, problemas para responder a las hipotecas, para llegar a fin de mes y con un paro, el más alto de la Unión Europea, que cada día va en aumento amenazando así aún más el futuro de las familias. Las perspectivas inmediatas no auguran una mejoría, al menos para el próximo año. No me voy a meter en quén o qué ha sido lo que nos ha conducido a esta situación porque aparte de no ser un experto en economía no quiero pensar que una sola causa sea la desencadenante de esta situación.
En lo que a mí se refiere, y considero que conmigo a la inmensa mayoría de ciudadanos, me atrevo a emitir un dignóstico: vivimos por encima de nuestras posibilidades, nos damos caprichos innecesarios y nos hemos creado un ritmo de vida vertiginoso en el que tras cinco días de un rápido ir y venir vivimos a tope los fines de semana y las vacaciones. Para ello nos hemos pertrechado de una vivienda, un coche, un segundo lugar para holgar y rodeado de todo lujo de comodidades de entre tantas como nos ofrece la sociedad de consumo que vivimos.
Consecuencia de todo esto hemos creado unos niños acostumbrados a disfrutar del ocio, a ser comprados por unos padres que apenas los ven dándoles tantos caprichos que no saben lo que significan valores como esfuerzo, constancia, compañerismo o trabajo. Unos niños aparcados desde su nacimiento en guarderías y escuelas hasta el extremo de pasar fuera de casa más horas que sus padres, quienes se sorprenden de que al llegar a la adolescencia, por cierto cada vez a edad más temprana, sean capaces de hacer las burradas que se dicen por los medios de comunicación. ¿Qué va a pasar con ellos sin valores, sin capacidad de sacrificio y acostumbrados a pedir y tener en una situación de escasez?
Es hora de ir fijando criterios para mejorar la situación actual y prepararles para su futuro y para el que dicen que nos espera. Para ello hay que dedicarles tiempo. Cuando son pequeños hablarles mucho, sin gritos, con argumentos, pero también con firmeza. Somos los adultos los que tenemos que fijar las normas. No darles todo inmediatamente, que se lo ganen. Contarles historias, pedirles que nos digan lo que han hecho; reducir tantas horas de ver la TV para reunirse a la mesa y aprovechar para dialogar. Compartir y aprovechar lo que se tiene antes de aventurarse a gastar. Reducirse el capítulo de gastos con volver a la comida casera, con comer de todo, reutilizar la ropa, no usar marcas; leer, escribir, pasear, salir con amigos que conozcamos; tener sintonía con la escuela y los maestros. Hacerles ver que que el ser vale más que el tener. Sembrar una vida ordenada y austera anteponiendo la persona al bien material.
Todo ello supone dedicación y sacrificio por parte de todos. Un giro de 180 grados a nuestro actual sistema de vida, ya que por lo visto no sólo no nos vale, sino que nos está ahogando.

1 comentario:

Irene dijo...

¡Cuanta verdad en tus reflexiones!
Somos padres desde el momento que nacen nuestros hijos, eso es indudable, pero educar como tales es otra cosa bien distinta...
Sin "manual de instrucciones", con unos horarios de vertigo y todo el dia a la carrera, francamente, llegamos exhaustos a esta tarea.
Pero con los sabios consejos que ofreces y con inmensas ganas por mi parte de intentar hacerlo cada dia un poquito mejor, espero conseguirlo.